"To
The Wonder” es la última película del gran director
norteamericano Terrence Malick, creador de grandes obras maestras
como “El Árbol de la Vida”, “La Delgada Línea Roja” o “Días de cielo", entre otras.
Pero,
a pesar de ser uno de los directores más respetados del panorama
actual y uno de los grandes directores de la época dorada de los 70,
Malick no ha sido muy prolífico. En más de 40 años sólo ha
dirigido cinco películas, todas ellas, eso si, grandes muestras de cine que
han creado un estilo y un lenguaje propio del director. Por algo es
conocido como el gran poeta visual del cine americano, ya que si hay
algo que distingue a su cine es, precisamente, la poesía. Un cine en
el que prevalecen imágenes y paisajes que hablan por sí mismos,
acompañados de música, enfoques, encuadres y una concurrente voz en
off que construyen, casi siempre, un gran poema visual en
movimiento.
Rodada
casi al mismo tiempo que “El arbol de la vida”, aunque estrenada
mucho más tarde por el largo proceso de posproducción , “To
The Wonder” supone una continuidad de su predecesora, aunque en
términos más mundanos. Así, si en “El Arbol de la Vida” se
abordaba la idea de la creación del universo , un concepto colosal
que lleva preocupando a Malick en los últimos años y que se ha
convertido en el epicentro de todos sus proyectos, "To the
Wonder" se centra más en la relación de las personas con su
entorno, desde la religión y la naturaleza, hasta los sentimientos
de amor, desamor y pérdida que vive y sufre una pareja.
"To The Wonder" es , sobre todo, una película sobre el amor, un drama
romántico que
sigue desde Francia los pasos de un escritor norteamericano (Ben
Affleck) que acaba de iniciar un romance con una joven ucraniana
(Olga Kurylenko), madre divorciada de un hija de diez años. Entre
París y,
sobre todo, en la
Abadía de Saint Michel, uno
de los monumentos más emblemáticos de Francia, se abre paso un
amor que conduce a que ambos unan sus vidas y se instalen, junto a la
hija de ella, en Estados Unidos, en una población de Oklahoma dónde, tras la expectación inicial producida por conocer un nuevo mundo, la
sensación de vacío y pérdida y la inadaptación de la hija de ella
se instalará en el inevitable proceso de destrucción de la pareja.
Malick,
más fiel que nunca a su estilo, hace desaparecer prácticamente por
completo los diálogos y nos acerca a los personajes intentando tocar
sus almas. Hurga en sus pensamientos, en sus miedos, en sus
inquietudes a través de sus habituales voces en off, que suenan
susurrantes mientras, a lo lejos, Wagner y Tchaikovsky nos invaden como si estuviéramos asistiendo a la narración de un poema.