miércoles, 9 de mayo de 2012

Adios a la reina






Las mujeres constituyen el eje principal del cine del francés Benoit Jacquot, aunque en su última película, “Adios a la reina”, esta característica adopta una forma más clásica que en su anterior film, “Villa Amalia”.
Al fin y al cabo, de lo que aquí se trata es de retratar, por enesima vez, la Revolución Francesa, pero no desde la óptica del incendiario pueblo, sino desde el bando opuesto, el de la inconfundible opuléncia de Versalles.
Así, Jacquot nos sirve en bandeja de plata una aproximación a la historia que le da mil vueltas al retrato acido y hasta rockero de Maria Antonieta que nos ofreció Sofia Coppola en el 2006.
Aquí, mediante la cándida mirada de una joven huerfana de padre y madre, que trabaja como lectora al servicio de la reina de Francia, interpretada magníficamente por  Lea Seydoux,  asistiremos al desplome de un mundo donde los pobres ejercen de siervos para poder comer, y donde el pánico se expande por la corte de los ricos tras la Toma de la Bastilla y el inició de la Revolución Francesa.
Además, Jacquot, muy inteligentemente, introduce en su relato una de las grandes habladurias de la época: el lesbianismo de Maria Antonieta y su relación con la condesa Gabrielle de Polignac. Tema este que  remarca insinuando el amor incondicional que la sirvienta y lectora  parece sentir hacia su ama, aunque dicha relación sea solo la excusa que utiliza para vagar por los pasillos de aquella maravillosa jaula en la que la mente humana podía desvincularse de cosas tan tontas como la realidad, convirtiendo a la persona en lo que son los personajes de esta cinta: fantasmas de lo que fueron.
Quizás el gran problema de la película sea el hecho de que cuesta comprender si la verdadera intención del director es narrrar las vivencias de Maria Antonieta en sus últimos dias en la corte o, por el contrario, prefiere explicarnos el contexto revolucionario.
Con todo este material es de lamentar que el cineasta parisino se de excesiva prisa en terminar una historia que, cuando aparecén los titulos de credito, parece quedar en el limbo.

lunes, 7 de mayo de 2012

Una pequeña joya






“Restless” es el sencillo  nombre de la última y  hermosa  película del gran Gus Van Sant.
Presentada en el último Festival de Cannes, quizás no obtuvo la acogida que está a la altura de su delicadeza  y originalidad. Para mi “Restless”es, sin lugar a dudas, una de las películas más logradas y complejas de Van Sant, aunque eso no signifique que sea su obra más misteriosa, ni la más difícil.
En ella, el cineasta de Portland, sin salir de su ciudad natal como en la mayoría de sus obras, nos cuenta la história de Enoch, un muchacho que, obsesionado por la muerte de sus padres a causa de  un accidente de coche, se dedica a ir de funeral en funeral, ya que a el le fue arrebatada la posibilidad de asistir al de sus progenitores al haber caido en coma a causa del mismo accidente. Es en uno de esos funerales donde se enamora de Anabel, una joven a la que solo le quedan unos meses de vida.
A partir de aquí, Van Sant nos describe su relación durante esos pocos meses como un alegato a favor de la bondad  a través del acompañamiento hacia la muerte.
El reto de autor consiste, precisamente, en  mantener un equilibrio tan frágil como el físico de los dos actores, Henry Hopper y Mia Wasikowska, los dos maravillosos. Un equilibrio etereo que se alimenta, por otra parte, de la trivialidad, del mal gusto y de la perversa facinación que puede implicar la cercania de la muerte. Así, todo el film descansa en este trauma y en su curación.¿No ha tenido tiempo de despedirse de sus padres?, ¿Tendrá tiempo de despedirse de la chica a la que conoce justo para verla partir y acompañarla? Al final ella muere, pero el es quien descansa en paz.
Sin embargo, lo que resulta más extraño en este film luminoso y otoñal es la presencia de Henry Hooper. En cada expresión, en cada mirada, su rostro amenaza con asumir los rasgos de su padre, Dennis.
Cuando los créditos finales concluyen y aparece la dedicatoria  a Dennis Hooper, una emoción profunda enluta el film, como si esta história de aparecidos contara con el prodigio de la aparición que representa la semejanza entre un padre y su hijo.