“ALPS” es la tercera película del griego Yorgos
Lanthinos, director de la muy original “Canino” a través de la cual nos descubrió la vitalidad
que la cinematografía griega está experimentando en los últimos años y que le
valió, incluso, una nominación a los Oscar.
Pero, aparte de compartir una estética minimalista y la
descripción de un universo cerrado, y artificial, sometido a estrambóticas
reglas de conducta, en “Canino” el director nos contaba la historia de una
chica que intentaba escapar de un mundo ficticio, mientras que en “Alps” nos
habla de un grupo de personas que desean vivir en un mundo de mentira.
Así, los Alpes son un grupo formado por cuatro
individuos, una enfermera, un conductor de ambulancia, y una gimnasta y su
entrenador, aparentemente integrados en la sociedad, cuyo supuesto objetivo es
aliviar el duelo de personas que acaban de perder a un ser querido. Para ello
ofrecen a los afectados una envenenada y poco ortodoxa terapia que consiste en
hacerse pasar por los fallecidos, reproduciendo sus rutinas e imitando sus
conductas hasta que superen el trance. Con esto, los Alpes, buscan no tanto un
beneficio material como la afirmación de su propia identidad y una cura para
sus propios trastornos afectivos, ya que todos ellos son víctimas del miedo, la
soledad o la presión económica y social.
Un equipo A de los sentimientos que tiene como misión
reemplazar la ausencia que dejan los seres queridos, intentando suplantarlos
por momentos, en una Europa que ha perdido el norte y en la que el sur está en
bancarrota.
En definitiva, un guión extraordinario, premiado en el
último Festival de Venecia, una exhibición de un cineasta sumamente ambicioso,
y una historia que no dejará indiferente a nadie porque dice demasiado y, peor
aún, nos muestra lo que no queremos ver.