domingo, 29 de abril de 2012

Ruido




Muchas veces me pregunto si realmente estoy obsesionada con algo tan normal en la ciudad como es el ruido, aunque después de darle muchas vueltas al asunto he llegado a la conclusión de que, simplemente, lo que me pasa es que no quiero tener que convivir con el.
Hay gente que parece ser indemne a los a los motores de las motos, a las alarmas sonando a todas horas, a la música no deseada, al bullicio de las terrazas y plazas hasta altas horas de la madrugada, o al ruido ensordecedor de las máquinas, pero yo, desgraciadamente, no lo soy.
El problema es que nos ha tocado  vivir en una sociedad donde nos hemos acostumbrado tanto a producir y escuchar ruido, que ya resulta normal para nosotros.
Como consecuencia de la Revolución Industrial  los sonidos tecnológicos empezaron a desplazar a los sonidos humanos y naturales, así que la intensidad y los decibelios fueron aumentando paulatinamente hasta llegar a “la cloaca sonora de nuestro entorno contemporáneo”.
Sin ir demasiado lejos, en España, uno de los países más ruidosos de Europa, el problema endémico del ruido incrustado en las viviendas de vecinos con ganas de dormir no está lejos de resolverse, sino más bien al contrario, parece que va a ir a más.
La entrada en vigor de la Ley Antitabaco está suponiendo un “aluvión” de denuncias, ya que la prohibición de fumar en el interior de los bares, restaurantes y discotecas ha provocado que muchos locales opten por colocar terrazas en el exterior, en muchos casos sin permiso, para que sus clientes puedan fumar, cosa que genera jaleo en la calle durante toda la noche, y molestias importantes a los vecinos de los inmuebles cercanos. En juego está el derecho al descanso de unos, y el legítimo interés económico de otros.
Así, el ruido de las denuncias que están proliferando en muchos pueblos y ciudades de España se hace cada vez más ensordecedor y amenaza con reventar muchos cristales...

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