Los seres humanos, a lo largo de los tiempos,
hemos desarrollado complejos sistemas de comunicación hasta convertir a la Tierra en una especie de cerebro planetario, un espacio inmenso de redes donde
cada uno de nosotros es una neurona.
Pero, de todos los signos que colman el
espacio comunicativo de nuestro planeta, los únicos que son propios de nuestra
especie son los verbales. La facultad del lenguaje es humana y solo humana, y
el lenguaje verbal constituye un sistema que nos permite intercambiar e
interpretar gran cantidad de información, viajar a través del espacio y del
tiempo, esconder, controlar y tergiversar información, enmascararla y manipularla y,
como consecuencia, crear mundos posibles, reales o ficticios.
Ahora bien, la importancia del lenguaje no
representa, de ninguna manera, la extinción de otras formas de comunicación, de
manera que los signos no verbales han acabado por ser el complemento ideal que
acompaña, casi siempre, al lenguaje verbal.
Así, un leve arqueamiento de cejas, un casi
imperceptible cabeceo, un guiño de ojos, la inflexión de la voz, el ritmo de la
respiración, un sutil movimiento de labios, un beso, una sonrisa, un abrazo o
un suspiro nos ofrecen el plus de información necesaria para acabar de
convertir en exitoso un acto comunicativo.
La información contenida en los signos no
verbales tiende a reflejar nuestro estado emocional, nuestra actitud ante los
demás y ante la vida , nuestra educación y los rasgos más característicos de nuestra
personalidad. Su función es tan importante
que, muy a menudo, la naturaleza hace que la información no verbal
circule por debajo del umbral de la conciéncia.
Es cierto que durante décadas esta parte no
verbal de la comunicación fue objeto de muy poca consideración por parte de los
estudiosos, hasta el punto de que llegó
a ser considerada como la cara oculta de la comunicación.
Solo a mediados del siglo XX, en gran parte
gracias al despliegue de las nuevas tecnologías generadoras de universos
audiovisuales, como son el cine, la televisión, o la publicidad, el lenguaje no verbal empezó a salir del
armario, con lo que pudimos contemplar la irrupción de los cuerpos y del mundo
no verbal en la mayoría de los ámbitos del conocimiento.
Es indudable que las nuevas tecnologías de lo audiovisual han
contribuido de manera decisiva a situar al lenguaje no verbal como un objeto
informativo de primer orden, hasta el punto de situar esta tendéncia como el
hecho sociológico más importante de los nuevos discursos de la modernidad.