martes, 5 de junio de 2012

Pequeña reflexión sobre la autoridad






En el mundo actual existe una crisis de autoridad a todos los niveles que, en parte, tiene su origen en  el abuso de autoridad que se dio en el mundo político, social y religioso durante el siglo pasado.
La familia patriarcal, los gobiernos totalitarios, los excesos de poder de la  iglesia o del mundo económico produjeron miedo y un descredito generalizado de todo lo que tuviera que ver con las instituciones y el poder. El autoritarismo destrozó la idea de autoridad y ahora hemos llegado al punto en que se han pervertido tanto las palabras que, ni siquiera, sabemos como utilizarlas.
De todas maneras, las quejas más insistentes sobre la falta de autoridad proceden del ámbito educativo, es decir, padres y escuela.
En las  esferas “prepolíticas”, como son  la educación y la instrucción de los niños,  la autoridad, en su sentido más amplio, siempre fue aceptada como una necesidad natural, y una necesidad política: la continuidad de una civilización constituida. No se podia educar sin autoridad.
Sin embargo, actualmente el tema de la autoridad se plantea en la escuela en relación con el problema de la indisciplina, de conductas  violentas y disruptivas en el aula y, en los últimos tiempos, de agresiones a los profesores.
Por todas partes se oyen voces pidiendo más autoridad, y es el propio alumnado quien reclama un profesorado próximo y con autoridad.
Pero, la recuperación de la utoridad no es tan fácil, y pasa por la clarificación del concepto. Podemos exigir al alumno dos comportamientos: la obediéncia o el respeto. Aunque ambas actitudes parezcan iguales, tienen mecanismos distintos. La obediéncia implica sumisión a las órdenes de quien tiene poder para darlas. El respeto, sin embargo, implica un reconocimiento de la dignidad, la capacidad o el valor intrínseco de la persona cuyas indicaciones se van a seguir.
En educación las normas pueden imponerse mediante poder y mediante autoridad.Y esta última puede ser institucional o personal.La autoridad institucional se recibe del estatus, la autoridad  personal se gana con el propio comportamiento.
Las instituciones reciben la autoridad de la sociedad que las valora y les da prestigio. En el caso de la escuela, la interacción con la sociedad es evidente. Las familias, la Administración, el sistema judicial, los medios de comunicación, la sociedad entera, debe fortalecer la autoridad del docente, aumentar su prestigio social y hacerle sentir que no está solo.
La escuela es una institución social básica, por lo que los profesores tienen que saber que esa autoridad que se les confiere debe ser revalidada con su comportamiento personal. Son ellos mismos quienes, conscientes de la importancia de su tarea y fortalecidos por la colaboración mutua, deben ganarse el respeto.
Cuando la autoridad institucional era muy poderosa el esfuerzo personal casi no era necesario, porque su estatus los protegía. Ahora es diferente. Y, lo mismo sucede con los padres, cuyo estatus ya no les protege, por lo que  muchos se sienten asustados, confusos o, incluso, desbordados, motivo que hace pensar que también necesitan ayuda para recuperar la autoridad institucional.
Reclamar el respeto no significa fomentar una juventud sumisa, sino al contrario. La sumisión se da ante el poder, no ante la autoridad, que recibe su energia de la convicción, de la honestidad y del cumplimiento de las propias obligaciones.
Es por este motivo, por el  que  el modo de conjugar poder, autoridad institucional y autoridad personal debe ser un tema de debate prioritario en nuestra sociedad, sometida continuamente a  enormes cambios culturales, en el que todos deberiamos participar.

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