En el mundo actual existe una crisis de autoridad a todos
los niveles que, en parte, tiene su origen en
el abuso de autoridad que se dio en el mundo político, social y
religioso durante el siglo pasado.
La familia patriarcal, los gobiernos totalitarios, los
excesos de poder de la iglesia o del
mundo económico produjeron miedo y un descredito generalizado de todo lo que
tuviera que ver con las instituciones y el poder. El autoritarismo destrozó la
idea de autoridad y ahora hemos llegado al punto en que se han pervertido
tanto las palabras que, ni siquiera, sabemos como utilizarlas.
De todas maneras, las quejas más insistentes sobre la
falta de autoridad proceden del ámbito educativo, es decir, padres y escuela.
En las esferas
“prepolíticas”, como son la educación y
la instrucción de los niños, la
autoridad, en su sentido más amplio, siempre fue aceptada como una necesidad
natural, y una necesidad política: la continuidad de una civilización
constituida. No se podia educar sin autoridad.
Sin embargo, actualmente el tema de la autoridad se
plantea en la escuela en relación con el problema de la indisciplina, de
conductas violentas y disruptivas en el
aula y, en los últimos tiempos, de agresiones a los profesores.
Por todas partes se oyen voces pidiendo más autoridad, y es el propio alumnado quien reclama un profesorado próximo y con autoridad.
Pero, la recuperación de la utoridad no es tan fácil, y pasa
por la clarificación del concepto. Podemos exigir al alumno dos comportamientos:
la obediéncia o el respeto. Aunque ambas actitudes parezcan iguales, tienen
mecanismos distintos. La obediéncia implica sumisión a las órdenes de quien
tiene poder para darlas. El respeto, sin embargo, implica un reconocimiento de
la dignidad, la capacidad o el valor intrínseco de la persona cuyas
indicaciones se van a seguir.
En educación las normas pueden imponerse mediante poder y
mediante autoridad.Y esta última puede ser institucional o personal.La
autoridad institucional se recibe del estatus, la autoridad personal se gana con el propio comportamiento.
Las instituciones reciben la autoridad de la sociedad que
las valora y les da prestigio. En el caso de la escuela, la interacción con la
sociedad es evidente. Las familias, la Administración , el
sistema judicial, los medios de comunicación, la sociedad entera, debe
fortalecer la autoridad del docente, aumentar su prestigio social y hacerle
sentir que no está solo.
La escuela es una institución social básica, por lo que
los profesores tienen que saber que esa autoridad que se les confiere debe ser
revalidada con su comportamiento personal. Son ellos mismos quienes,
conscientes de la importancia de su tarea y fortalecidos por la colaboración
mutua, deben ganarse el respeto.
Cuando la autoridad institucional era muy poderosa el
esfuerzo personal casi no era necesario, porque su estatus los protegía. Ahora
es diferente. Y, lo mismo sucede con los padres, cuyo estatus ya no les
protege, por lo que muchos se sienten asustados, confusos o, incluso, desbordados, motivo que hace pensar que también
necesitan ayuda para recuperar la autoridad institucional.
Reclamar el respeto no significa fomentar una juventud
sumisa, sino al contrario. La sumisión se da ante el poder, no ante la
autoridad, que recibe su energia de la convicción, de la honestidad y del
cumplimiento de las propias obligaciones.
Es por este motivo, por el que el modo de conjugar poder, autoridad
institucional y autoridad personal debe ser un tema de debate prioritario en
nuestra sociedad, sometida continuamente a
enormes cambios culturales, en el que todos deberiamos participar.
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