Si los poderosos Borgia, el Papa Alejandro VI y sus dos
hijos, Cesar y Lucrecia, levantaran la cabeza y vieran lo que está sucediendo
actualmente en el Vaticano, se moririan de envidia.
Medio milenio después de esas oscuras e incestuosas
leyendas de poder, sexo, corrupción y crímenes que protagonizaron un ambicioso
Papa español y sus dos vastagos, otros sucesos igual de misteriosos están
haciendo temblar los viejos cimientos de Roma.
Se llamaba Emanuela Orlandi, tenia 15 años, el pelo largo
y negro, era hija de un funcionario de la Santa
Sede , y vivia dentro de las murallas del Estado más pequeño
del mundo. Desapareció el 22 de junio de 1983 tras asistir a una clase de
música en un conservatorio situado junto a la Iglesia de San Apollinare,
en el centro de Roma.
Lo último que se supo de ella fue que llamó a casa para
contar que alguien a bordo de un BMW le había hecho una extraña propuesta:
vender cosméticos durante un desfile de moda.
Dias después, cuando empezo su búsqueda, se descubrió que
el hombre del BMW no era nada más y nada menos que Enrico de Pedis, el jefe de la Banda de la Magliana , la asociación
criminal más peligrosa de Roma entre los años 1976 y 1990. Pero, extrañamente,
las autoridades vaticanas no siguieron esa pista en la investigación.
Una de las teorías que se barajaron entonces era que
Emanuela Orlandi podría haber sido secuestrada por ese grupo mafioso para
presionar al Vaticano, con el fin de que les restituyera el dinero que habían
perdido con la quiebra del Banco Ambrosiano, donde habían invertido a través
del IOR (Instituto para las Obras Religiosas, el Banco de la
Santa Sede ) que en aquella época estaba dirigido por el arzobispo Paul Marcinkus, “el banquero de Dios”, que también
había llevado las riendas del citado Banco Ambrosiano, una institución que fue acusada
de lavar dinero de la mafia siciliana.
Curiosamente Enrico de Pedis mantenía buenas relaciones
con altas esferas del Vaticano. La prueba de ello es que cuando fue asesinado a
balazos en 1990 fue enterrado en la
Basílica se San Apollinaire con la bendición del cardenal Ugo
Poletti, el entonces presidente de la Conferencia Episcopal Italiana.
Quizas nadie se habría enterado nunca de que un mafioso
estaba sepultado junto a cardenales y arzobispos, sino hubiera sido porque en
2005 una llamada anónima al programa televisivo “Chi l’ha visto?” (la versión
italiana de “Quien sabe donde?”) dijo que para resolver el caso de Emanuela
Orlandi, la joven desaparecida en 1983, había que ver quien estaba enterrado en
la cripta de San Apollinare. La tumba, sin embargo, no fue abierta.
Sin embargo, en 2008 el nombre del asesinado De Pedis
surgió de nuevo. Su ex amante, la prostituta Sabrina Minardi, declaró ante las
cámaras de televisión que fue el capo mafioso quien drogó y secuestró en el BMW
a Emanuela Oralandi. Según ella, lo hizo para vengarse del arzobispo Paul
Marcinkus por negarse a que la Banca
Vaticana que dirigía le devolviese parte del dinero que su
banda criminal había invertido en la logia masónica P2, una organización
secreta ligada al Vaticano que durante el papado de Karol Wojtyla conspiraba
para financiar a grupos anticomunistas, como el sindicato polaco Solidarnosk,
de Lech Walesa.
Siete años de trámites burocráticos, pedidos y rechazos,
justificaciones y reclamos fueron consumidos hasta que finalmente la fiscalia
de Roma tuvo acceso al féretro. El papa Benedicto XVI, el pasado 14 de mayo,
autorizó que se abriera la tumba de De Pedis para ver si allí reposaban también
los restos de la joven desaparecida.
Solo se hallaron restos del mafioso, pero lo que si quedó al descubierto
es como es posible que el jefe de una organización criminal lleve más de dos
décadas enterrado junto a arzobispos y cardenales. Un escándalo al que tarde o
temprano tendrá que dar respuesta la curia romana.
Además, por si todo esto no fuera suficiente, el padre
Gabriel Amorth, el exorcista más famoso del mundo, quién participo en la
investigación sobre la desaparición de Emanuela Orlandi en los primeros años de
la busqueda, aseguró hace unos dias al diario británico Daily Telegraph que
“Emanuela estuvo en la Ciudad
del Vaticano durante todo el tiempo que estuvo desaparecida. Allí, un círculo
de pederastas la convirtió en su esclava sexual y abusaron de ella en varias
orgias, hasta que se cansaron y la
asesinaron”. “Se organizaban fiestas y uno de los gendarmes del Vaticano se
encargaba de reclutar a las chicas. La red implicaba al personal diplomático de
una embajada de la Santa Sede
en el extranjero, y estoy convencido de que Emanuela fue víctima de este
círculo”, remató para el diario La
Stampa.
Personalmente creo que el Vaticano sabe mucho más de lo
que calla sobre la desaparición de Emanuela Orlandi pero, como de costumbre,
se negará a arrojar luz sobre la verdad e impondrá su habitual manto de
silencio, que lo único que conseguirá es incrementar el morbo sobre el triste
final de una chica que desapareció por haber tenido la desgracia de vivir en el Estado más pequeño del mundo rodeada de los cuervos que revolotean sobre la cúpula de San Pedro.
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