viernes, 9 de marzo de 2012

Vivir para otros




Basada en la reputada novela homónima de Kazuo Ishiguro e interpretada magistralmente por Carey Mulligan, Andrew Garfield y Keira Knightley, "Nunca me abandones", de Mark Romanek, nos traslada con sus imágenes  a un internado ingles en el que conviven cientos de niños a los que se les niega el conocimiento de todo aquello que se encuentra al otro lado de la valla en la que están confinados.
Todos esos niños no son más que máquinas humanas, clones desgajadosde sus originales para servir a una sociedad de la que jamas se sentirán parte, condenados a un destino cruel e inaplazable que conducirá sus pasos hacia ese momento, en el que tras tres o cuatro donaciones, sus cuerpos dejen de ser útiles para el cometido para el cual fueron creados.
A lo largo de los años observamos como van entablando amistad entre ellos, se enamoran unos de otros e, incluso, se hacen daño entre si. A pesar de poseer un destino de parias nos demuestran que poseen un alma y, a diferencía de quienes los gobiernan, son capaces de estar juntos, caminar juntos y amar con toda su alma, lo único que poseen verdaderamente suyo. Nadie huye, nadie se compadece de si mismo, todos esperan su futuro con resignación.
Es tan pesimista el mensaje de esta película, tan retorcidos y, a la vez,  tan auténticos  los sentimientos que provoca que tiene que haber algo de verdad y algo de presente en este alternativo pasado futurista. Algo de amor y de dolor. Algo de nosotros.
Es en ese momento, cuando te das cuenta de lo que estás viendo y cuando eres capaz de entender, cuando sientes que la película te está  provocando un dolor tan intenso que te dejará huella.

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